¿Cómo afectan los aires acondicionados a la salud?
Podríamos llegar a afirmar que son incluso una alternativa mejor al contaminado aire de la ciudad, que de esta forma queda relegado al exterior de nuestras viviendas. Pero en cuanto a los aires acondicionados no todos son ventajas.
Efectos nocivos de los aires acondicionados
El uso —o mal uso— de esta tecnología conlleva una serie de riesgos para nuestra salud, tales como:
- Deshidratación: podemos sufrir deshidratación si el aire acondicionado absorbe demasiada humedad y se nos olvida beber agua debido a la sensación de frescor.
- Dolores de cabeza y migraña: el aire acondicionado puede ser el responsable de una bajada en la calidad del aire, lo que puede traducirse en dolores de cabeza y migrañas. Este riesgo puede empeorar si además estamos deshidratados.
- Problemas respiratorios: el aire frío de estos aparatos puede ejercer un impacto sobre la vía aérea e irritar la mucosa bronquial, afectando a la nariz,a la garganta e incluso a los ojos. Los aires acondicionados pueden llegar a provocar obstrucción nasal, garganta seca o rinitis.
- Asma y alergias: si no cuidamos el mantenimiento y la limpia de los aires acondicionados y no cambiamos los filtros anualmente, podemos exponernos a una enorme cantidad de microbios y empeorar alergias y casos de asma.
- Letargo: aunque parezca que la calor excesiva sea la principal responsable de la sensación de cansancio, los aires acondicionados también provocan letargo.
- Piel seca: los aires acondicionados, sumado a la exposición al sol, pueden provocar picor y sequedad en la piel, un problema que puede tomar días en solucionarse.
- Ojos secos: estos electrodomésticos pueden secar los ojos, causando picazón, irritación y visión borrosa.
- Enfermedades infecciosas: el aire frío que desprenden los aires acondicionados pueden secar las mucosas. Sin el moco como primera pared de defensa ante la invasión de virus, somos más susceptibles de infectarnos.
- Sudoración y sensación de mareo: si experimentamos un cambio brusco de temperatura —ya sea de caliente a frío o viceversa— podemos experimentar una reacción vagal, es decir, una respuesta desmedida de nuestro sistema nervioso autónomo que conlleva mareos y sudores sutiles o muy fuertes.
- Contracturas musculares: la piel y la temperatura están expuestas directamente a la corriente de aire frío, el cuerpo puede reaccionar provocando una contracción muscular que puede traducirse en una tortícolis o incluso en una parálisis facial.
Utilizar los aires acondicionados sin riesgo para nuestra salud
Ante esta serie de amenazas para nuestro bienestar, podemos adoptar un abanico de consejos para paliar en la medida de lo posible dichos riesgos para nuestra salud y seguir disfrutando así de los aires acondicionados:
- La temperatura debe establecerse entre los 23 y los 26 grados en verano, y entre los 20 y los 24 grados en invierno.
- Si se enciende el aire acondicionado de noche en verano, es aconsejable que la temperatura no baje de los 25 grados.
- La diferencia entre la temperatura del aire a nivel de la cabeza y a nivel de los tobillos no puede ser superior a tres grados.
- La humedad relativa de la estancia debe mantenerse entre el 30 % y el 70 %.
- No importa si nos encontramos en la oficina o en nuestro hogar, la habitación debe contar con una correcta ventilación natural para que el aire sea capaz de renovarse.
- El flujo del aire no debe incidir de forma directa sobre nosotros.
- Hay que asegurarse de limpiar y mantener los sistemas de ventilación y climatización de forma correcta, revisando los filtros anualmente.
- Para disfrutar de los aires acondicionados y de una sensación de frescor, basta con reducir cinco grados respecto a la temperatura del exterior.
Y si puedes prescindir de los aires acondicionados o directamente no dispones de uno, recuerda que utilizar ventiladores de aspas también es una opción muy recomendable para nuestro confort térmico y nuestra salud.
Como vez, si queremos disfrutar del aire acondicionado tranquilamente, debemos tener en cuenta que nos exponemos a una serie de agravantes para nuestra salud. Por suerte, un uso responsable —que pasa por una serie de medidas concretas— puede ayudarnos a adoptar unos hábitos de uso que eviten y palien dichos riesgos.