¿Quién revolucionó el mundo de la electricidad?
Un poco de historia
La electricidad se conoce y se ha investigado desde la antigüedad; la humanidad ya era consciente de este fenómeno a través de las descargas que producían los peces eléctricos a modo de defensa. Los egipcios hacían alusión a estos peces como «tronadores del Nilo» y creían que su función era la defensa del bienestar de las demás especies acuáticas.
Del mismo modo, griegos, romanos y árabes también conocían la existencia de estas especies. Los médicos de la época atribuían a dichas descargas eléctricas propiedades sanadoras y las utilizaban sobre dolientes de gota o con dolores de cabeza con la esperanza de curarlos.
A pesar de este malentendido, el conocimiento más primitivo de la electricidad no era nada desdeñable; hay textos en los que se describe el efecto adormecedor de estas descargas eléctricas y cómo se pueden transmitir gracias a materiales conductores. Sin embargo, fueron los árabes los primeros que relacionaron el fenómeno natural del rayo —observable gracias a las tormentas— con lo que se conocía hasta el momento sobre la electricidad. Incluso acuñaron el primer término para rayo: «raad».
En otras culturas de la zona del mediterráneo también se conocía que si frotabas un determinado objeto —como un trozo de ámbar— con lana o piel, este podía atraer objetos muy ligeros como plumas. Aún con todo esto, en el siglo XVII la electricidad seguía siendo considerada un mero truco de magia barata.
Es un siglo más tarde cuando tienen lugar las primeras aproximaciones científicas y, con ellas, la primera aplicación práctica gracias al telégrafo de Samuel Morse, que supuso una verdadera revolución para la rama de las telecomunicaciones. Finalmente, en el siglo XIX, la electricidad llega hasta todos los hogares y se implanta como un elemento más de la cotidianeidad gracias a los sistemas de iluminación eléctrica de las calles y las viviendas. El fenómeno de la electricidad se establece como el músculo principal de la Segunda Revolución Industrial.
Las mentes que se ocultan tras la ciencia
A lo largo de la historia de la electricidad cabe destacar la figura y el trabajo de una serie de mentes privilegiadas y valientes que desafiaron los conocimientos establecidos y las normas sociales de su época. Sin a sus experimentos, inventos y teorías, nuestro conocimiento sobre la electricidad y nuestra tecnología no sería la misma.
Uno de los primeros casos podría ser el de Benjamin Franklin. Más conocido por ser uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, el escritor y humorista también demostró en 1752 que los rayos son descargas eléctricas de tipo electrostático y en 1757 que la electricidad es una corriente de cargas negativas y positivas.
Años más tarde, Alessandro Volta inventó la primera pila eléctrica capaz de otorgar una corriente continua y estable a lo largo del tiempo sin perder una gran cantidad de carga. Por su parte, el inglés Michael Faraday contribuyó de gran manera a los campos de la electromagnética y la electroquímica, sin olvidar el desarrollo del primer motor y generador eléctricos.
Dos de las figuras más reconocidas sin duda son las de Thomas Alva Edison y Nikola Tesla. Edison consiguió perfeccionar y mercantilizar la lámpara incandescente; en cambio, a Tesla le debemos el motor de corriente alterna y su visionaria transferencia de electricidad de forma inalámbrica —o inducción electrodinámica—. Hertha Marks Ayrton fue la primera mujer que expuso su trabajo «El silbido del arco eléctrico» ante la Institution of Electrical Engineers —IEE—, además de ser la primera mujer miembro de dicha organización. Su trabajo en la ingeniería eléctrica fue alabado a nivel nacional e internacional.
Otra mujer cuya importancia en el campo de la ingeniería eléctrica es inestimable es Edith Clarke, la primera ingeniera eléctrica de Estados Unidos y la primera profesora en la Universidad de Austin, Texas. A Clarke le debemos el manual «Circuit Analysis of A-C Power Systems».
La pionera en cuanto a la defensa, uso y desarrollo de las energías renovables y limpias también es una mujer, María Telkes. Esta inventora húngaro-americana desarrolló una estufa que funcionaba gracias a la energía solar, además de un sistema de aire acondicionado que aprovechaba el aire fresco de la noche para utilizarlo durante el día.
Por último, pero no por ello menos importante, contamos con la figuro y el trabajo de Shirley Ann Jackson. Gracias a sus experimentos se pudieron desarrollar el fax portátil, los cables de fibra óptica o la llamada en espera, entre otros.
Sin las aportaciones de todos estos hombres y mujeres, nuestra vida diaria —con el consumo de electricidad como uno de sus cimientos— no sería la misma. Pero el avance tecnológico no se ha detenido; a día de hoy existen muchísimos profesionales y jóvenes promesas que seguro revolucionarán el futuro de la electricidad, una que no depende de combustibles fósiles, una energía renovable y limpia.